Por Bruja Mística y Peyote
Sin duda nacer mujer en medio de una sociedad profundamente patriarcal y machista es un reto: desafiar es status quo, no aceptar lo políticamente correcto, y definirse como una mujer subversiva significa atreverse a ver cosas que otras personas no ven, a alzar la voz por lo que creen justo. Ellas las llamadas activistas, mujeres que día a día alzan la voz por sus derechos.
Para China -joven activista de 23 años que ha decidido pertenecer en el anonimato- el activismo es un ejercicio de vida y ser una mujer activista “es un reto doble, de todos los días y para siempre, no es una tarea fácil, pero la disfruto tanto que a veces desconozco cuando comienza a hacerme daño y no paro aún con los dolores esto nos trae”, afirma.
Según el Manual de Aplicación “Autocuido y autodefensa para mujeres activistas” del Grupo Interdisciplinario en Género, Sexualidad, Juventud y Derechos Humanos (2006), la falta de autocuidado es una forma de violencia hacia nosotras mismas ya que “aprendemos a ver la falta de auto cuidado, o sus defectos, como características esperables de una buena activista”; exponiendo las siguientes sintomatologías de la ausencia de prácticas de atención a nuestro ser:
- Falta de atención al cuerpo y al bienestar físico: Minimizar el análisis rutinario al funcionamiento de nuestros órganos y extremidades.
- Enfermedades psicosomáticas por descuido crónico de la salud: Reconocer los mensajes que transmite nuestro cuerpo para exteriorizar sus sentires.
- Ausencia de prácticas preventivas periódicas: Postergar atención médica hasta que empieza a interferir con nuestro rendimiento.
- Normalización de los malestares: Acostumbramos a nuestro cuerpo a funcionar con un nivel de dolor “moderado”.
- Alimentación y sueño deficiente: No respetamos nuestros tiempos de comida y descanso.
En medio de este reto de resistir y creer en la fortaleza de nuestro activismo, podemos arriesgar demasiado y encontrarnos con la vivencia de las experiencias traumáticas; que, en palabras de China, “después de saltar entre casas de seguridad, pasar en reuniones hasta altas horas de la noche, dejar toda mi vida normal(…) pasé por huidas, amenazas, exposición personal y persecución; esto me ocasionó insomnio y me refugié en el trabajo de la organización, aunque anduviera ansiosa, hasta me decían que andaba traumada”.
Tal define la Real Academia Española RAE, trauma significa “herida”, tratándose de “una lesión física generada por un agente externo o de un golpe emocional que genera un perjuicio persistente en el inconsciente. El trauma físico está vinculado a una avería que sufre el cuerpo”; siendo así, ¿acaso podemos caminar si tenemos heridas en los pies? ¿Por qué ignoramos las heridas de la mente y aumentamos las dolencias con el tiempo desatendido?
El reconocimiento del desgaste emocional y la formulación de traumas o estrés postraumático es la primera etapa para afrontar -triunfalmente- el peso que hemos permitido acceder en nuestras vidas; Marina Bernal, terapista, expresa que estos episodios deben analizarse desde los siguientes puntos:
- Aceptación: Hablar y proyectar la necesidad de “darse un tiempo”.
- Tiempo de ocio: Dedicar espacios del día para realizar actividades de interés que permitan recargar energías.
- Red de apoyo: Rodearse de mujeres activistas interesadas en avanzar en su estado de bienestar.
- Cuido emocional: El descanso físico se acompaña con atención a nuestras necesidades psicoemocionales.
- Prioridad colectiva: Convertir tu autocuido en una experiencia retroalimentativa y demanda dentro de tu organización.
- No hacerlo sola: Si es necesario, la asistencia psicológica y especializada es un camino de autodescubrimiento en compañía.
La búsqueda de espacios de catarsis puede ser el comienzo para sanar heridas acumuladas ya que no se puede desdibujar la dimensión política de la relación entre nuestros cuerpos y las luchas que sostenemos.